Hace ya algunos días que llegaron los niños saharauis, procedentes de los campamentos de refugiados de Tindouf, para pasar estos meses de verano acogidos por sus familias españolas.
Nuestros niños, acogidos por familias de Sant Vicenç dels Horts, han llegado poco a poco, cansados tras muchas horas de un viaje que parece interminable, y el nerviosismo y la incertidumbre de sus padres y hermanos de acogida, han dado paso a una convivencia alegre, llena de juegos, actividades, baños piscineros, comidas novedosas...y alguna que otra visita médica.
Cada año, nuestra Asociación celebra la llegada de los niños, con una cena solidaria que reúne a familias acogedoras y amigos, y que no solo supone un pequeño respaldo económico para los pequeños saharauis, es, además, un acto de encuentro de personas sensibilizadas con la lucha y la visibilidad de un pueblo olvidado por los organismos internacionales que sobrevive en el desierto tras casi 40 años de agónico destierro.

Carreras continuas de niños-as, partidos de fútbol en los que de vez en cuando se añade algún padre, y que abandona a los pocos minutos pensando "que difícil es seguir el ritmo a estos niños", corros de niñas vestidas de gala, madres y padres que cocinan, otros que preparan las mesas y aperitivos, o que envuelven los regalos que más tarde se rifarán, gritos, risas, ensayos con la megafonía, y la llegada poco a poco de "invitados" que van escogiendo sus lugares en las mesas, y que inician charlas animadas. En la pantalla salen fotografías de los niños, y las emociones contenidas estallan en aplausos una y otra vez. Ya los tenemos aquí de nuevo...
Esta cena ha tenido momentos tristes y para el recuerdo, ausencia de personas importantes que llevan muchos años siendo el alma de esta Asociación porque están pasando por momentos de enfermedad, y mucho trabajo en común.
También ha tenido momentos personales mágicos, de deseos cumplidos. Los niños y niñas saharauis pasaron por todas las mesas regalando una rosa de cartulina o goma eva a cada uno de los comensales provocando un ambiente especial y de sorpresa, ayudados por Sant Jordi que decidió alagar su fiesta hasta esta noche de verano. Un bonito broche final para Luisa, Mari Carmen y para mi y un deseo común cumplido.

Y, suele ocurrir en contadas ocasiones, la magia del momento regaló otro momento inolvidable. El deseo de un niño, un deseo de esos incontenibles, se transformó en un número, el 1286, que se transformó, a su vez, en una bicicleta roja y estalló en la mirada y la cara más sorprendida que he visto hasta ahora. ¿Cómo lo sabías? ¿Cómo sabías que iba a tocar? Bryan, por que algunas veces, hay quien consigue concentrar todo el deseo en el corazón. Es algo muy difícil y está al alcance de muy pocas personas pero tú has sabido como hacerlo. Eso es ser especial así que tienes mucha, mucha suerte.