Esta figura está recién transformada. Nació a principios de año como el inicio de un proyecto vital que no salió como esperaba. Está aquí, en la habitación donde trabajo las manualidades, en un pequeño espacio compartido con las primeras pruebas de otras figuras, algunas cuyo resultado no me terminaron de convencer y otras a las que guardo un especial cariño.
He estado un tiempo pensando que hacer con Alicia, así se llama. Pensé en restaurarla por completo, en pintarla con otros colores e, incluso, en regalarla. Ha estado callada, sabe que me entristece mirarla y ha intentado pasar desapercibida, algo que ha logrado la mayoría de las veces. Hace unos días reparé en ella y supe que quería transformarla pero conservando la alegría inicial y la ilusión que sentí cuando la creaba.
He estado un tiempo pensando que hacer con Alicia, así se llama. Pensé en restaurarla por completo, en pintarla con otros colores e, incluso, en regalarla. Ha estado callada, sabe que me entristece mirarla y ha intentado pasar desapercibida, algo que ha logrado la mayoría de las veces. Hace unos días reparé en ella y supe que quería transformarla pero conservando la alegría inicial y la ilusión que sentí cuando la creaba.
Durante estos meses he aprendido una difícil lección: algunas veces, los proyectos solidarios no son lo que parece. Y puede pasar que una no lo ve, o no quiere verlo, porque eso significa reconocerse a si misma, que hay quien utiliza el altruismo, sobretodo, para hacerse notar y no para "darse" a los demás. Mi último paso solidario me ha dejado un poso de incredulidad, que espero se pase con el tiempo.
Mientras tanto, he comprado para Alicia tres globos de colores, he transformado su ropa en una bata colegial y la he regalado un nombre nuevo: Caricia.