Esta princesa se llama Sarabi, nombre que alude a los espejismos que se ven en los desiertos. Vive en un castillo de arena sobre dunas que se desplazan al capricho de los vientos.
Hacia el norte, cuando sopla el "siroco", un viento seco y caliente. Hacia el sur, cuando el toca al "simún". Hacia occidente, cuando sopla el "harmatán". Y hacia oriente, el resto del tiempo.
Se baña en los oasis, sabe el nombre de las piedras y de las estrellas y durante las tormentas de arena, se cubre con un velo, un trozo de tela tan inseparable de las princesas, que se diría que nacen con uno puesto.
Esta temporada lleva el velo de organdí.