Tengo que compartir un pequeño susto que me he llevado durante la pasada noche. Mi gato Leo, un animal alocado, absolutamente cariñoso y curioso en extremo, todas las madrugadas, a eso de las 4, se despierta para realizar su acostumbrado paseo de reconocimiento. Sale de la habitación para comprobar que todo lo que más le gusta, sigue en el mismo sitio: su comida, el arenal para sus necesidades fisiológicas, la ventana que le divierte durante horas y donde toma el sol como el más atrevido de los turistas....sus juguetes.
Algunas veces, a esas horas, acostumbra a traerme un preciado regalo: una enorme rata de peluche que pone encima de mi barriga, no se si por que es su forma de decir que me quiere o porque, en realidad, me considera torpe e incapacitada para la caza de roedores y cree que, si no me la trae, voy a morir de hambre.
Esta noche ha vuelto a obsequiarme pero enseguida he notado que no era la rata. En la oscuridad de la noche, no se me ocurría que podía ser, su tacto era parecido al grano de una lija, su forma cónica y alargada, blando...como de goma. Curiosa, al abrir la luz de la mesita de noche, me ha recorrido en forma de sacudida de espanto, una idea terrorífica. El regalo era un gorro amarillo purpurina de una de las princesas de tapón que estamos realizando para Sant Jordi. No podía moverme porque no quería aparecer por la habitación de mis sueños, y comprobar la posibilidad de que princesas, dragones, caballeros, rosas y alguna cosa más, estuvieran esparcidos por el suelo o lo que sería peor, anduviesen hechos trizas.
Como suele ocurrir en esas situaciones a las que no me quiero enfrentar, he enviado a David, que con toda la valentía del mundo (para mí ha sido un acto muy heroico, igual que el de un caballero medieval) momentos después, aparecía sonriente trayendo la noticia de que todo estaba en orden.
No sé si Leo tiene conocimientos de cerrajería, el don de atravesar puertas cerradas, o si es que yo tengo descuidos continuo, el caso es que tiene una capacidad sorprendente de ser escurridizo y aparecer donde piensas que es imposible.
Lo cierto es que ahora, no dejo de imaginarlo como un dragón en busca de una princesa a la que devorar. Soy capaz hasta de sacarle algún parecido...esos dientes, ese rabo dando sacudidas ... no, me digo, son demasiado pequeños y termino de convencerme cuando lo siento acurrucado a mi lado, reclamando cariños y mimos.