Se respira aire limpio en mi habitación de manualidades. He hecho algunos cambios: alguna que otra pequeña estantería para agrupar las muchas figuras de papel maché que he realizado, cajas separadoras nuevas perfectamente tituladas, plantillas organizadas por fin, cambio en la colocación de los muebles, la foto de Juani, a la que tengo que hacer su marco de serpentinas, al lado de la de Paz, sonriendo las dos, cajones ordenados, adiós a las infinitas cajas de hueveras y a los folletos de alguna que otra asociación (¿sin ánimo de lucro?) que me han hecho más escéptica, Puck, mi pequeño perro maltés, recostado en su manta y bajo mis mi pies, Leo, mi gato gris, dueño del mundo y de la habitación, controlando al ordenador y a los pinceles, siguiendo cada uno de mis pasos, o dormitando con un ojo entreabierto, por si acaso, restos de personajes que asoman tímidamente la cabeza levantando la tapa de su caja, murmullos, la excitación de los instantes anteriores a aparecer en escena, alegría contenida, "ya nos saca, ya viene Charo por nosotros", y dragones sin alas, princesas sin gorros de tul, caballeros que no llegaron a tener ni escudos ni espadas, rosas que han perdido un poco de color, incluso alguna Virgen María despistada que cree que vuelve a ser Navidad, puntos de libros desechados esperanzados en tener una nueva oportunidad, broches que quedaron a medias, cajas de serpentinas sin tapa, y tapas sin cajas, pinzas de madera que no salieron de su envase...
Vacía ya de recuerdos negativos, la estoy empezando a llenar de nuevas ilusiones. En mi habitación se respira un renovado aire de primavera y ha recuperado esa luz brillante que serena el corazón. De nuevo empieza a oler a café, a música de cualquier tiempo y hay que reponer algunos botes de pintura que se han secado en los últimos meses de inactividad. Un nuevo proyecto ronda mi cabeza. Empiezo sus primeros pasos...