Hoy es uno de los días más tristes de mi vida. Cuando quieres mucho, muchísimo a alguien, su sufrimiento te desgarra el corazón...
Hoy es el inicio de una nueva etapa para mi familia. De un mazazo, unos indeseables, a los que el día en que nacieron les colgaron la etiqueta de "herederos de papá" a pesar de ser lerdos y faltos de capacidad, han cambiado nuestro futuro. Es muy difícil lidiar con la rabia y el sentimiento de injusticia y más cuando el despedido, por causas objetivas, es la persona más trabajadora y legal del mundo. Además, todo un ejemplo de adaptación y espíritu de lucha.
Esta mañana ha acudido a la cita del Inem, su cara lo decía todo: pocos momentos en su vida han sido tan amargos para él. Pero ya pasó, con intervalo incluido para buscar papeles que eran necesarios.
Las paredes de la entrada del Inem son de un azul entre cielo y esmeralda. Bonito color. El letrero que indica el lugar al que entramos, es, increíblemente, del mismo color, y tiene una franja, casi centrada, de un color verde limón que también me gusta. Un señor limpia el letrero, no una vez, varias, entreteniendo al tiempo.
Muy cerca, a solo unos metros, hay un banco con un letrero: recién pintado. Seguro que la pintura está más que seca y se han olvidado de retirar el cartel. Lo miro otra vez y pienso que tendrían que haber muchos bancos para sentarse, cientos tal vez. La mente me engaña y cuando remiro de nuevo el cartel, leo " recién parado". Me entristezco y me juro a mi misma que jamás me sentaré en él.
Observo a la gente que va entrando en la oficina de parados. La mayoría se toma unos segundos para entrar, no sé porqué. Algunos bajan un poco la cabeza, eso lo entiendo mejor.
Mi parado en cuestión, sale con la mirada un poco perdida, muy serio. Puedo sentir lo que siente, puedo pensar lo que piensa, lo conozco tan bien, que puedo ser él en esos momentos. Y como también soy él, sé que no va a desfallecer durante su lucha, como también sé que tampoco lo voy a hacer yo. Empiezo a saber algunas cosas.
Es unos de esos instantes de la vida en los que los dos somos el mismo. Y me siento tranquila.
De vuelta a casa, siento el calor del sol, hace un día precioso. Parece un regalo para coger impulso. A pesar del miedo, del dolor agudo de estos días, doy gracias por poder estar más horas con él, por poder pasear juntos, por poder disfrutar de las mañanas a su lado y por ganarle tiempo a la vida ....
Los días más tristes son los que más enseñan. Y siempre está bien aprender.