domingo, 28 de enero de 2018

Retratos gatunos


 

















Retratos gatunos es un libro de poemas escrito por Sebastien Pérez e ilustrado por Benjamín Lacombe, donde retratan la personalidad de 18 gatos de diferentes razas con caprichos y obsesiones muy parecidas a las de las personas.

Cada gato tiene un breve retrato-relato narrado en verso. Cada poema está acompañado de tres ilustraciones, una presenta al personaje como si posara para un retrato, las otras dos muestran distintas situaciones.

El libro cuenta con un índice que incluye información de las razas retratadas donde se explican datos sobre los orígenes, las características principales y algunos modos de comportamiento. Encontramos gatos de todo tipo: graciosos, amorosos, independientes, cabezotas, maquiavélicos...


Las ilustraciones tienen el estilo inconfundible de Lacombe, el aire melancólico de sus dibujos, la atmósfera sombría, misteriosa, los grandes ojos, también esta vez de los gatos, la delicadeza y fragilidad de las figuras...

Me encantan los nombres de los gatos: Maxvell, Hipólito, Raimundo, Arístides,, Ofelia, Sócrates, Jalabert, Virgile, Kirlee, Mozart, Paul, Gaétan, Samuél, Huberto, Gastón, Eli, Isidoro y Nihhi y he encontrado reflejados en ellos, algunos rasgos de Leo, mi gato común europeo.


Otro hecho curioso es que aparece Virgili, el perro real de Lacombe como un gato más, porque se cree que lo es y se comporta como tal, de hecho, odia a los otros perros.


miércoles, 10 de enero de 2018

Va de paisajes...para Irene

Estas Navidades han venido con casitas y paisajes primaverales. Detallitos hechos con  amor para personas a las que quiero mucho.





viernes, 5 de enero de 2018

Saliendo del paréntesis

Durante los últimos meses he vivido dentro de un paréntesis. He pasado muchas horas intentando entender por qué la vida, para que comprendamos su verdadero valor, nos manda pruebas tan duras que creemos no ser capaces de superar.  Durante este tiempo digamos que he mantenido el tipo y he agradecido infinitas veces lo que no fue y las muchas posibilidades de recuperación que aún nos quedan. Es lo que tiene pasar por tantas adversidades juntas, que tienes que levantarte y aceptarlas con una resignación positiva, aunque a ratos ahogue la pena y el miedo.

Aprender a vivir duele. Por eso tengo deberes que hacer: aprender a no lamentarme tanto, a priorizar lo verdaderamente importante y centrarme en las pequeñas cosas, a ser más serena, más alegre, más positiva. Tengo que abrazar y reír más y, ante todo, apreciar cada día lo que tengo, principalmente a mi tribu y el círculo de familia y amigos que me han estado sosteniendo en los peores momentos y siguen ahí, siempre pendientes.

He buscado estrategias para recuperar un poco de serenidad, algunas han funcionado, otras menos, cambiar mi diálogo interno, entender que hay un sufrimiento inútil que sí puedo gestionar y meditar, quien lo iba a decir. He decidido detenerme en el presente y aprender, he preparado un sitio en mi habitación creativa, con velitas e incienso, donde puedo cantar mantras que me calman y realizar respiraciones profundas, he llenado un mp3 con música de relajación  que escucho a diario y hasta estoy tejiendo, con pompones de lana hechos por mi, una enorme e interminable alfombra para meditar y que me hace mucha ilusión estrenar. Aprovechando la época de regalos navideños, he vuelto a pintar y a crear, y aunque el trazo del pincel es inseguro y la creatividad anda bloqueada, he realizado algunos detallitos y por fin pienso en pequeños proyectos, acabar algunos que quedaron a medias, restaurar antiguas figuras y recuperar mi blog.


Ha llegado el momento de profundizar, de buscar nuevos caminos. En unos días me inicio en clases de yoga convencida que me ayudará a encarar, con más calma, los cambios de la vida y el estrés cotidiano. Sé que lo conseguiré porque no queda otra, lo que realmente importa es el aquí y el ahora.